Ante la tragedia, la desesperanza, la batalla y la catástrofe: RENACER, CREER Y QUERER. Así es.
Miro frente al espejo mientras me peino, me acicalo y me perfumo. Pensaréis, «preparándose para ir a comer, a cenar o a un cumpleaños junto a familia, amigos o seres queridos». Nunca más lejos de la realidad. Me estoy poniendo guapo para bajar la basura del portal de mi casa al contenedor más cercano. ¿Quién me lo iba a decir?
Las luces se han apagado, el espectáculo ya cerró y ahora solo estamos yo y el silencio del hogar.
Ya no hay lugar para el postureo, la falsa sociabilidad y la necesidad de gustar. Todo eso terminó. Ahora, tirar los desperdicios acumulados durante la semana es mi mejor plan para el fin de semana; es ese sitio lejano al que me gustaría viajar, esa playa paradisíaca que me encantaría pasear y ese lugar donde encuentro esa paz difícil de escudriñar.
¡¡¡Es un milagro!!!
Sí. Ese hecho prodigioso, único, favorable, que no se rige por las reglas de la naturaleza, que es realizado por aquello que se escapa a nuestro entendimiento y razón para dejarlo en manos del corazón.
¡¡¡MILAGRO!!! La naturaleza ha hablado; de nosotros depende escucharla.