La Responsabilidad Social Corporativa podría alcanzar en el mundo laboral lo que la educación ha logrado en el transcurso de los siglos en el ámbito personal. Organizaciones construidas con seres humanos más empáticos, eficientes, generosos, asertivos, honestos, realistas y eficaces. Ojalá así sea. Os comparto mi artículo publicado recientemente en Diario Responsable en el que hablo sobre ello.
Hoy veía a una mujer teclear su ordenador con una rabia, un nerviosismo y una impotencia desmesuradas. Sus pies botaban sobre el suelo como si estuvieran poseídos por un centenar de saltamontes. Era la hora de comer de un viernes a mediados de un caluroso mes de julio. Y pensaba: ¡Esto no puede seguir así!
Vivimos en la insatisfacción continuada. Lo queremos todo ya y aquí. Aunque ya y aquí signifique mal y de perfil. Educamos en la competitividad: “tienes que hacer más, tienes que tener más, tienes que ser más que el otro.” Valoramos a las personas por las posesiones materiales que aglutinan a lo largo de su vida, en vez del legado que dejan en el corazón de otras personas.
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